15/09/2015
Con reproducciones táctiles de las obras, textos en braille y profesores guía. Así armó su programa de accesibilidad el Museo de Artes Visuales, que obtuvo 17 millones de pesos del Fonapi.
Un hola y un bienvenidos vienen desde el subterráneo del museo. Ellos los oyen en la recepción y luego suenan los pasos firmes de alguien que sube varios peldaños hasta el grupo. Son ocho personas ciegas que, a través del sonido, logran dimensionar el tamaño de un edificio absolutamente desconocido: el Museo de Artes Visuales (Mavi).
Es 2014. Y si ellos están reunidos allí es porque por primera vez podrán interiorizarse por completo en una exposición artística. Es de Ximena Izquierdo, se titula “Residuos calcográficos” y va acompañada por un inédito programa de accesibilidad en Chile. No solo contempla textos de sala escritos en Braille. También pequeñas reproducciones táctiles que capturan la esencia de las obras en exhibición y que los asistentes pueden tocar hasta construir mentalmente la imagen.
Desde esa ambiciosa experiencia ya ha pasado más de un año. Y su impulsora, Paula Caballería, quien dirige el Departamento de Educación del Mavi, cuenta cómo el programa pasó de vivir un inicio complejo, por factores presupuestarios y logísticos – debían construir un sistema jamás visto aquí-, a gozar de una expansión virtuosa y continua. “Cuando ya teníamos la primera prueba- recuerda-, necesitábamos establecer lazos con organizaciones para convocar público, porque quienes no ven jamás han pensado visitar una exhibición. Entonces, le pedí colaboración a Karen Schumacher, directora de la asociación CreA, que agrupa a artistas con discapacidad, con el fin de insertarlos en el circuito cultural”.
Así se duplicó el fin inclusivo, porque los creadores de dicha institución se transformaron en coejecutores del proyecto. Mientras unos ensayaban hasta encontrar los mejores materiales texturados para construir piezas táctiles – en el caso de las obras en exposición que solo se pudieran mirar-, otros escribían en Braille. Y cuando los cimientos del programa eran más firmes – con cuatro visitas al mes para 32 espectadores-, apareció un nuevo requerimiento: ¿Por qué no pensar también en los visitantes que no escuchan y en las personas sordociegas?
“Entonces, la artista Macarena Díaz, de CreA, comenzó a escribir los guiones de las visitas educativas en lengua de señas. Y, en el caso del público sordociego, ella ejecuta la misma operación pero en las palmas de sus manos. Ellos sienten los signos y así se aproximan a las exposiciones. No obstante, como también son muy olfativos, trabajamos en esa línea, e igualmente con lo táctil. De esa forma la visita se completa”, explica Caballería.
Puertas aún más abiertas
El trabajo que el Mavi desarrolló para este programa de inclusión no solo ha tenido frutos en el público que vive con discapacidad, que ahora se interesa más: “Nos han agradecido muchísimo, y ya nos llaman para saber cuándo pueden venir”, dice Paula Caballería. Igualmente ha marcado logros a nivel institucional: si al comienzo el equipo debía optimizar su presupuesto anual de educación, de 20 millones de pesos, para desarrollar esta iniciativa, ahora – para los próximos ocho meses- contarán con 17 millones que obtuvieron, vía concurso, del Fondo Nacional de Proyectos Inclusivos (Fonapi) del Servicio Nacional de la Discapacidad (Senadis).
Otro hito radica en el modelo curatorial y expositivo del museo. Hoy desde el primer día de planificación, todas las muestras se piensan también para personas sordas y ciegas. “Gracias a esto – comenta Caballería- se ha ido formando un equipo y un curador de mirada más incluyente y siempre en línea con la educación”.
Los recursos de Fonapi permitirán que el Mavi impulse además visitas inclusivas para personas con discapacidad de origen psíquico. “Una niña me contó que nunca la aceptaban en una visita guiada de museo. Pensé que no podía ser así, por lo que haremos para ellos talleres de creación con la artista Norma Ramírez. Ojalá que este modelo se replique en otros museos. Mi sueño es que todas las instituciones culturales sean accesibles”, remata Paula Caballería.
Fuente: Periodista, Daniela Silva Astorga.
Medio: Diario El Mercurio, 15 de septiembre de 2015.