24/07/2015
La historia de Felipe Belmar (23), primer joven con síndrome de Down que obtiene un título de educación superior en Chile, es un verdadero ejemplo de perseverancia y una muestra de que la integración no sólo es posible, sino que además es necesaria para construir una mejor sociedad.
En una emotiva ceremonia desarrollada ayer, el estudiante recibió de manos del director del área agropecuaria y agroindustrial, Eduardo Gómez, el diploma que certifica que hoy es un Técnico de Nivel Superior en Tecnología Agrícola, egresado de Inacap Temuco, y que por lo tanto tiene todas las competencias para desarrollarse en el ámbito de la producción agropecuaria.
Para Felipe, este logro “significa que ahora voy a ser más independiente. En una palabra, este cartón es un orgullo”.
Además, el joven agrega que esto es fruto “del estudio, la perseverancia y el apoyo de mi familia, porque cuando yo nací mis padres y mis hermanos dijeron ‘hagamos que él tenga planes para su futuro’ y así lo hicieron”.
Esta mirada también es compartida por cada uno de los integrantes del núcleo familiar de Felipe, quienes desde su nacimiento han trabajado arduamente para propiciar que su camino sea como el de cualquier persona.
Historia
Felipe es el hijo menor de tres hermanos. Él nació en Santiago, pero siendo muy pequeño su familia se traslada a Temuco, en búsqueda de una vida más tranquila.
Trinidad Gutiérrez, su madre, cuenta que, pese a que en el camino se han presentado obstáculos, siempre han aparecido personas que les han dado luces en este transitar. “En Temuco nos organizamos un grupo de papás de siete niños con síndrome de Down y formamos una agrupación llamada ‘Sendero’. Ahí Felipe trabajó desde los dos años y medio de edad para desarrollar todas las habilidades para ingresar a la educación escolar”.
Gracias a este trabajo, a los seis años Felipe ya sabía leer, escribir, sumar y restar. Con estos conocimientos ingresó a primer año básico del Colegio Concepción de Temuco, donde el apoyo del director de ese entonces, Domingo Coria, fue crucial para su integración.
“El director facilitó las condiciones para que Felipe ingresara al colegio. Lamentablemente, después hubo un cambio en la administración y no les pareció que hubiesen cinco niños con síndrome de Down, así que salieron todos”, relata Trinidad.
A pesar de este inconveniente, una nueva persona apareció en la vida de Felipe para facilitar su proceso educativo: Celinda Cortez, directora del Golden School, establecimiento que licenció al joven de cuarto medio y lo premió por obtener el segundo lugar de su promoción, con un ejemplar promedio de 6,2.
El número de personas con síndrome de Down es significativo en Chile. Sin embargo, el sistema educativo actual no promueve la existencia de casos como el de Felipe. En este sentido, Trinidad asegura que “estamos a años luz de lo que debería ser la educación. Pero lo importante es creer en ellos, en sus capacidades de aprendizaje. Hay que entender que la estimulación temprana y el apoyo de la familia son fundamentales para sacarlos adelante, porque sí se puede”.
Paso por INACAP
Al terminar cuarto medio, Felipe optó por la carrera motivado por su cercanía con el campo y fue inscrito como cualquier otro alumno en Inacap Temuco, institución que también vivió una experiencia nueva con su integración.
“A nosotros, como Inacap, nos enorgullece enormemente ver que Felipe está terminando exitosamente su proceso formativo. Esta culminación se debe al apoyo de sus compañeros, de los docentes y sobre todo a las ganas de aprender de Felipe”, aseguró Gómez.
Asimismo, el académico sostuvo que no sólo Felipe salió enriquecido de este proceso, sino también la comunidad educativa que compartió con él. “Creo que se convirtió en un modelo a seguir para muchos”, agregó.
Felipe también da cuenta de esta inclusión en Inacap. “La adaptación al principio me costó un poco, pero logré adaptarme, los compañeros me hicieron bien, los profesores también y así se me hizo más fácil obtener el ansiado cartón”.
Con el título en la mano y las emociones a flor de piel, Felipe también se dio el tiempo para compartir sus planes a futuro. “Si Dios quiere me voy a instalar con un vivero. Si no resulta por ese lado, voy a buscar otras áreas para trabajar”, afirmó.
Al consultarle cuál sería su mensaje a otros niños con síndrome de Down, a sus familias y a la sociedad, Felipe es enfático: “Yo les diría que estos niños necesitan apoyo de la familia y de profesionales que les den herramientas para ser incluidos en el colegio y así poder llegar a la universidad”.
Fuente: Nota de Carolina Nahuelpi de Diario Austral de Temuco.